¿Qué es la Hispanidad? ¿Cómo entender la Hispanidad? Las respuestas a ambas cuestiones pueden ser múltiples aunque todas acabarían cruzándose, o al menos deberían, en un mismo punto.
En este día tan especial y de unión entre los hispanos de un lado del “charco” y del otro, quiero quedarme con la inmensa figura de un prohombre –leonés de nacimiento y toledano de adopción– que para mí es un magnífico ejemplo de Hispanidad.
Francisco Antonio de LORENZANA y Butrón.
Antes de sentarse en la silla arzobispal toledana (1772-1800), fue arzobispo de México. Su estancia en tierras americanas marcó y definió buena parte de su vida. Allí, aparte de llevar a cabo una intensa labor pastoral, de conocer en profundidad su diócesis y de preocuparse por la adecuada formación de los clérigos, procuró que los indígenas siempre fuesen tratados correctamente y fundó varias misiones, un hospital y una casa para niños abandonados. También en México impulsó distintas obras urbanísticas, convocó un concilio y escribió una edición –ampliada– de la «Historia de la Nueva España» del conquistador Hernán Cortés. Asimismo, cuando vino a Toledo trajo libros de América y distintas piezas mexicanas que formaron parte de un gabinete de Historia Natural y de un gabinete de antigüedades de cara a que fuesen conocidas por el público.
Esto es Hispanidad. Vínculos y lazos que trascienden el tiempo y las fronteras…la América hispánica no era DE España, sino que ERA España.
Por otro lado, no puedo negar que siento una especial predilección por este cardenal que para mí es el personaje ligado a la Historia de Toledo más importante del siglo XVIII.
Amén de lo expuesto, se postuló en contra de la esclavitud y de la Revolución Francesa, impulsó las llamadas «Descripciones de Lorenzana», abrió la Real Casa de Caridad (Toledo), promovió la construcción del hospital del Nuncio y del edificio de la Universidad de Toledo, favoreció obras públicas en la Ciudad Imperial y embelleció la catedral primada. Además, su labor cultural es sencillamente brutal siendo un personaje clave en lo que a la biblioteconomía y museología españolas se refiere, a lo que hay que sumar el desarrollo de iniciativas que casi nos recuerdan a la labor emprendida por Alfonso X el Sabio.
Por cierto, se interesó muchísimo por el pasado visigodo y por el valor simbólico, identitario y esencialista de nuestra Historia.
Vamos, como diría aquel: “No te digo que me lo mejores pero iguálamelo” 😉.
Por cierto…¡VIVA LA HISPANIDAD, COPÓN!
La hispanidad en América no negó de alguna manera la originalidad de los pueblos aborígenes de América? Universalizar bajo lo que puede considerarse ideología hispánica no es ejercer una violencia simbólica en si misma? Un saludo desde Colombia.
Hola Mauricio:
Interesante tu reflexión.
Hay que tener cuidado de no caer en el presentismo cuando estudiamos, analizamos y reflexionamos sobre la Historia en general y la nuestra en particular.
Si seguimos esa regla de tres que has expuesto, lo mismo podrían pensar los pueblos indígenas machacados por los aztecas…Y si hacemos la comparativa con la situación de la «originalidad de los pueblos indígenas» de América del Norte con los de América Central y del Sur, no hay color…De hecho, hoy en día puede percibirse perfectamente las culturas prehispánicas y no así las culturas de sioux, apaches o cheerokes, entre otras muchas…
Y si seguimos con esa misma regla de tres, el Imperio Romano acabó con muchas de las culturas prerromanas…No podemos asumir esa aseveración como un juicio de valor.
Todo proceso histórico tiene luces y sombras.
Y volviendo a la figura del cardenal Lorenzana, como señalo en el texto, me sigue pareciendo un ejemplo buenísimo de sano hispanismo.
Un abrazo desde España hasta Colombia y…¡Viva Colombia! 🙂
Buenos días, Señor Daniel una pregunta si me permite, el término “presentismo” nos alude a estudiar el pasado como si fuéramos personas de dicho pasado al contrario de estudiar el pasado desde nuestro tiempo?
A partir de lo que usted señala creo que entonces en el caso del imperio español y su expansión por el Nuevo Mundo se debe hilar muy fino para no caer en generalizaciones, juicios a priori o juicios de valor. Este defecto se nota mucho en esa historiografía muy parcializada ideológicamente lo que no quiere decir que ningún análisis riguroso del pasado no exprese juicio alguno como lo señala Hobsbawm en su “Historia del Siglo XX”.
Podemos decir entonces que cualquier imperio ejerce a varios grados formas de violencia, con la consiguiente generación de una simbiosis cultural que han originado pueblos e identidades nuevas si se quiere.